Vicios en redes sociales: desafíos para el Espíritu en tiempos modernos.

Wellington Balbo
Brasil

      El objetivo fundamental del Espiritismo es proporcionar condiciones para que el hombre, en su jornada en la Tierra, progrese bajo dos aspectos: moral e intelectual. Cuando alguien parte de este mundo por el fenómeno que conocemos como muerte biológica, si partió mejor de lo que llegó, más generoso, fraterno y sabio, en caso de que sea espírita, se puede decir que, genéricamente la misión fue cumplida con relativo éxito.

 

      Al partir de la premisa de que el objetivo del Espiritismo es tornar al hombre mejor, entramos en un campo en el que se confrontan los vicios y las virtudes. ¿Qué son los vicios y las virtudes? ¿Cómo encuadrarlas dentro de la doctrina espiritista? ¿Existe alguna relación entre ambos? En otras palabras, ¿a medida que elimino vicios adquiero virtudes?

 

      La respuesta para esas indagaciones pertinentes a vicios y virtudes la encontramos en el Libro de los Espíritus. Cuando Kardec habla sobre virtudes, preguntando a los espíritus cuál es la más meritoria de ellas, la respuesta es interesante: hay virtud siempre que se lucha voluntariamente para combatir un mal hábito. La lucha voluntaria, es decir, sin segundas intenciones, es lo que caracteriza el camino para pavimentar de virtudes nuestro mundo interior. Nada forzado, impuesto, sino voluntario. Por lo tanto, podría incluso no hacer el mal, pero no porque yo luche voluntariamente por no cometerlo, sino porque no ha habido oportunidad. He aquí que no hay virtud en tal situación puesto que de haber existido la posibilidad, hubiera cometido la infracción.

 

    En la misma línea de pensamiento, y profundizando un poco más, Kardec se pregunta ¿cuál de los vicios es el más complicado? Los Espíritus no se preocupan por la forma, sino por el fondo. La caracterización del vicio es el interés personal, es decir, el egoísmo que puede ser más o menos acentuado en el individuo. Por lo tanto, la relación entre virtudes y vicios es inversamente proporcional: a medida que el Espíritu avanza en la lucha por superar sus imperfecciones, disminuye el poder que el vicio representa en su universo íntimo.

 

    Esas ideas de los Espíritus y de Kardec estaban siendo trabajadas en el siglo XIX, siendo un mundo completamente diferente del actual. Entretanto, hay que resaltar, no obstante las modificaciones del mundo ocurridas en este espacio de tiempo histórico, la esencia para que el hombre avance es la misma: desenvolver virtudes equivale a la eliminación de vicios.

    Y hemos llegado hoy, en el siglo XXI, a la era digital, todos conectados, enchufados unos a otros, con relaciones que se establecen a golpe de teclado o de teléfono móvil. ¿Cómo situar la problemática de las adicciones en este mundo moderno?

 

    Yo, por ejemplo, nací en 1975, y seguí de cerca esta migración del mundo antes y después de la digitalización. Cuando vi por primera vez un videojuego, el ya anticuado Atari, quedé encantado. ¿Cómo puede, con un mando, mover los elementos que aparecen en televisión? Eso me fascinó enormemente. Me pasaba horas y horas jugando, me llevaba el videojuego a todas partes, a todos los rincones a los que iba con mis padres. Se acabaron los juegos, se acabaron los partidos de fútbol, se acabaron los juegos de pillar, se acabaron las canicas, se acabaron los juegos de aquella época. Sólo tenía 7 años, pero era completamente adicto. No hacía nada sin la presencia del videojuego. ¿Cuáles fueron las consecuencias? Pérdida de amigos, bajas calificaciones, aumento de peso, sensación de vacío sin el juego cerca.

 

       Mis padres, al ver la situación, se pusieron manos a la obra rápidamente. Dos puntos fueron cruciales para superar la adicción: ayuda psicológica y disciplina en casa, cumplir los horarios y ser más equilibrado a la hora de jugar. En resumen: crear buenos hábitos, exactamente lo que sugiere Kardec cuando aborda el tema de la educación.

 

  En los años 90, por ejemplo, llegamos a los teléfonos móviles e Internet. Avanzamos unos años más y descubrimos Orkut, Facebook, Twitter, Instagram, Tik Tok, Youtube, redes sociales de todo tipo, para todos los gustos, conectando a la gente, trayendo noticias, propiciando el progreso.

 ¿Cuántas uniones felices se han consumado tras la llegada de las redes sociales? Varios. Lo contrario también es cierto.

 

     La novedad conquista a las personas y las coloca en una posición muy placentera al principio, para luego avanzar con el grillete y el arresto, porque, todo lo que no está bien dosificado, trabajado, ponderado, da paso al vicio que lleva en su esencia el interés personal. Exactamente como decían los Espíritus: el interés personal me hace dedicar tiempo sólo a mi placer de estar en una red social y olvidar todos los demás elementos de la sociedad: familia, amigos, compañeros de trabajo e incluso el propio trabajo.

 

    Por cierto, voy a lanzar una pregunta a todos para que reflexionemos:

 

    ¿Acostumbramos a programar el tiempo que permanecemos en las redes sociales?

 

    ¿Accedemos a las redes sociales cuando, por ejemplo, nos levantamos para ir al baño en mitad de la noche?

 

    Una pregunta a los padres:

    ¿Su hijo accede a las redes sociales y a otros aparatos electrónicos mientras almuerza? He oído a muchos padres decir que dejan que sus hijos accedan a las redes sociales mientras están comiendo para que el niño esté un poco más tranquilo y así poder estar también en sus redes sociales al mismo tiempo que almuerzan.

 

    ¿Qué podemos extraer de este discurso?

    Las adicciones se generan por interés propio.

 

¿Cuáles son las consecuencias para los niños?

    Niños adictos, sin vida más allá de las redes sociales, ansiosos y con grandes dificultades para aceptar las reglas de una vida “real”, ya que han sido educados en un entorno demasiado laxo.

 

    Y para los adultos, ¿cuáles son las consecuencias?

    Las mismas de los niños, sin embargo, de forma más acentuada debido a las condiciones de la propia vida adulta.

 

    Sin embargo, hay otro componente que no se menciona a menudo cuando se habla de adicción a las redes sociales y que conlleva importantes daños en la calidad de vida de niños, jóvenes, adultos y ancianos por igual. Un elemento llamado comparación. Exacto, amigos míos, la adicción a las redes sociales hace que tenga acceso a reportes de la vida de otras personas, desde amigos hasta artistas famosos. Este acceso a los reportes de las “maravillosas” vidas que se publican en las redes sociales me impulsa a utilizarlas cada vez más.

 

     Primero me extasío y quiero la vida del otro para mí. Después del primer impacto veo que es placentero mirar la vida de los demás y entonces me vuelvo adicto a la existencia del otro y me desprendo de la mía. Entonces comienza el elemento de comparación. Empiezo a considerar que mi vida es aburrida, carente de objetivos más nobles, y me siento desanimado. Este desaliento entra en mi existencia de tal manera que nada más parece tener sentido. Pienso: estoy desheredado por el destino, abandonado por Dios. ¿Dios? ¿Existe realmente? No es raro que de una adicción en las redes sociales se desencadenen tantas otras adicciones: mirar la vida de los demás, quejarnos de nuestras propias condiciones, dejar que la envidia invada nuestro interior con toda su fuerza… la lista es inmensa. Pido permiso a los amigos para compartir una encuesta que realizamos hace dos años:

 

     Entrevistamos 40 personas, de ellas 33 son mujeres y 07 son hombres, lo que en porcentaje representa un 82,5% de mujeres y  un 17,5% de hombres.

 

Os informo que sólo trabajamos con porcentajes. Para facilitar el análisis, dividimos las respuestas en 05 grupos, como se muestra a continuación:

 

  • Grupo  1 – 32,5% respondieron que al ver la foto de personas felices en las redes sociales se han sentido más tristes, porque lo comparan con sus propias vidas y llegan a la conclusión de que tienen una existencia muy desalentadora.

 

  • Grupo  2 – Por otro lado, el 22,5% contestó que no se entristece porque sabe que la felicidad de la gente es irreal.

 

  • Grupo 3 – También en este mismo porcentaje, es decir, el 22,5% respondió que le es indiferente, y por tanto no puso en sus respuestas la pregunta que implica ser una felicidad irreal la de las redes.

 

  • Grupo 4 – Un 17,5% de los encuestados declararon que se alegran al ver la felicidad de los demás, sin señalar, además, el tópico de que la felicidad es irreal.

 

  • Grupo 5 – Y un 5% dio otras respuestas.

    Análisis de las respuestas:

  • Grupo 1  – Este grupo muestra una influencia muy negativa de las redes sociales en la moral de las personas. En este grupo las respuestas apuntan a un elemento extremadamente nocivo para el talante existencial. Esta es la comparación. Los miembros de este grupo frecuentan las redes sociales, observan los buenos momentos de los demás y hacen comparaciones con sus propias vidas. Toda comparación es en sí misma injusta, porque se observan las cosas desde pasos completamente distintos, por lo que cualquier choque entre las realidades comparadas será siempre desigual y producirá una idea completamente falsa de lo que ocurre, sembrando tristeza y desesperanza.

 

  • Grupo 2 – Las respuestas de este grupo fueron bastante curiosas. El 22,5% que respondió a la pregunta propuesta afirmó que no le molestan las fotos de gente feliz en las redes sociales porque sabe que esas fotos y los momentos vividos y colgados en las redes son irreales, falsos y cosas por el estilo. Las respuestas ofrecidas abren el campo a algunas preguntas:

 

Si la felicidad de los demás, según la concepción de estas personas, fuera real, ¿eso sacudiría sus espíritus causándoles tristeza?

 

Encontrarse a uno mismo, saber qué se siente y por qué se siente, parece una buena opción para mejorar la calidad de vida. Pero para encontrarse a sí mismo es necesario confrontarse en una verdadera búsqueda para descubrir en qué escalón de la existencia se encuentra.

 

  • Grupo 3 – El grupo 3 tuvo curiosamente el mismo porcentaje que el grupo 2, es decir, el 22,5%. Este grupo respondió que le es indiferente la felicidad de los demás impresa en las redes sociales, lo que me parece, en efecto, un indicio de que la respuesta dada era sincera.

 

  • Grupo 4 – Este grupo, por otra parte, declaró que se alegra de la felicidad de las personas que publican sus victorias y buenos momentos en las redes sociales. Un 17,5% de las personas hicieron esta afirmación.

 

  • Grupo 5 – Sólo el 5% de las personas dieron otro tipo de respuesta, algunas de las cuales, de hecho, no tenían ninguna relación, lo que hace imposible el análisis.

 

Palabras finales:

Con la sugerencia de Kardec respecto a la educación, que es el arte de crear buenos hábitos, uno puede, de forma tranquila y disciplinada, utilizar todos los beneficios que nos aportan las redes sociales. Esto, por cierto, es un reto para el Espíritu que puede buscar las redes sociales como palancas de progreso educándose para utilizar adecuadamente todos los medios que están a su disposición en estos tiempos modernos. Habrá más noticias en el futuro:

 

¿Estamos preparando a nuestro Espíritu para utilizar bien estas novedades, sin caer en adicciones y excesos?

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