La familia consanguínea es la labranza de la luz del alma, dentro de la cual sólo triunfan los que se revisten de paciencia, renuncia y buena voluntad.

De vez en cuando, el amor nos une, en medio de la vida, regenerándonos el sembradío del destino.

Por lo general, no nos acompañan los compañeros que ya se han dirigido a la esfera superior, honradamente aureolados por los vencedores, sino un afecto menos cariñoso de otras épocas, para restaurarnos el tejido de la fraternidad, indispensable para el envolvimiento de nuestra alma, en la jornada a la cima de la vida.

A menudo, como padres e hijos, cónyuges o parientes, no somos más que deudores en la redención de viejos compromisos.

Si eres padre, no abandones a tus hijos a los procesos evolutivos de la naturaleza animal, como si fueran menos dignos de atención que la hortaliza de tu casa.

El niño es un “trato de tierra espiritual” que invariablemente devolverá lo que aprenda, infaliblemente según la siembra recibida.

Si eres hijo, no desprecies a tus padres, relegándolos al olvido y subestimando su corazón, como si estuvieran reñidos con tus ideales de elevación y nobleza, porque algún día también necesitarás la comprensión de otra persona para que puedas perfeccionar la individualidad, región menos trabajada y menos atendida

La criatura en las casualidades de la existencia es el espejo de su propio futuro en la Tierra.

Aprende a usar la bondad, en dosis intensivas, ajustándola al entendimiento y la vigilancia para que tu experiencia en familia no desaparezca en el tiempo, sin beneficio para el camino a seguir.

Quien no ayuda a algunos, no está calificado para ayudar a muchos.

Quien no tolera el pequeño disgusto doméstico, sabiendo sacrificarse con espontaneidad y alegría, en beneficio del compañero de tarea o de hogar, en vano se alzará como salvador de criaturas y situaciones que él mismo desconoce. 

Cultiva el trabajo constante, el silencio oportuno, la sana generosidad y te ganarás el respeto de los demás, sin los cuales nadie puede abandonar este mundo en paz consigo mismo.

Si no practicas la comunión con Jesús en tu grupo familiar o en el esfuerzo aislado, no tardes en buscarlo en lo más cercano, inspiración y orientación.

No pierdas el tesoro de las horas en quejas estériles o destructivas.

Intenta comprender y auxiliar a todos en casa, para que todos en casa te entiendan y te ayuden en la lucha diaria, en la medida de lo posible.

El hogar es el puerto desde el que el alma se retira a los mares del mundo, y quien no lleve el lastre de la experiencia en el corazón difícilmente escapará de un naufragio parcial o total.

Busca la paz con los demás o solo. Recuerda que cada día es un día para empezar.

Emmanuel  

Libro Familia: Capitulo I, En Familia, dictado por el Espirito Emmanuel, psicografiado por Francisco Cándido Xavier

 

Traducción: Marta Ortega  (España)

 

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