Construiste palacios que causan admiración a la Tierra; sin embargo, me dejas a la intemperie porque me faltan medios para pagar hospedaje, probablemente, durante la noche me helaré de frío.

Multiplicaste los graneros de frutos y cereales de modo de garantizar tus propias riquezas; sin embargo, si me niegas un lugar en la mesa, porque carezco de dinero para pagar el pan, me temo que moriré de hambre.

Erigiste universidades maravillosas, pero si me cierras la puerta de la educación, porque no dispongo de una llave de oro, temo caer en el crimen sin notarlo.

Creaste hospitales gigantescos; no obstante, si no me defiendes de las garras de la enfermedad, porque no te muestro una tarjeta de crédito, descenderé muy temprano al torbellino de la muerte.

Proclamas el bien como base de la evolución; aun así, si no eres paciente conmigo, porque yo te desprecio, probablemente hoy mismo he de caer en la celada del mal como un ave desprevenida cae en el lazo del cazador.

Dices que yo soy el futuro. No desampares el presente.

Dices que soy  la esperanza de la paz. No me induzcas a la guerra.

Dices que soy la promesa del bien. No me confíes al mal.

No espero solamente tu pan. Dame luz y entendimiento.

No te ruego apenas juegos. Te pido buenos ejemplos y buenas palabras. 

No soy una simple hoja seca que rueda al viento. Soy alguien que llama a tu puerta en nombre de Dios.

En nombre de Dios al que dices amar, ¡compadécete de mí! …

Ayúdame hoy para que yo te ayude mañana.

No te pido lo máximo que tal vez alguien vaya a pedirte, en mi beneficio…

Ruego nada más que lo mínimo que en tus condiciones puedas darme, para que yo pueda vivir y aprender.

Médium Francisco Cândido Xavier y Waldo Vieira
Extraído del libro “El Espíritu de la Verdad”

Cap. VIII – Ítem 4

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