
Adriana Diniz Campos
Brasil
“Porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden”
Evangelio de Mateo 13.13
Cuando recibimos la bendición de ser padres y madres, estamos recibiendo de Dios uno de sus bienes más preciados -su hijo- con la misión de cuidarlos y ayudarlos en su jornada evolutiva, para que desarrollen sus virtudes y corrijan sus vicios. Según la pregunta 208 de los Libros de los Espíritus, si fallamos en nuestra tarea, seremos responsables.
Los hijos crecen demasiado rápido, la adolescencia pasa volando y en un abrir y cerrar de ojos son adultos. Por eso, no podemos perder ninguna oportunidad de sembrar y educar, a través de nuestro ejemplo y las enseñanzas del Evangelio de Jesús
En la edad adulta, aunque sigamos siendo sus educadores, podremos observar los frutos de nuestra siembra o la falta de ella.
Nuestros hijos nos dan claras señales de las buenas o malas inclinaciones que traen de otras experiencias reencarnatorias. Si prestamos atención a las señales y hacemos uso de la luz de la lámpara, es posible percibir, desde el seno materno, quién es el espíritu que Dios nos ha confiado.
En la aventura de redescubrir el mundo, las reacciones ante las situaciones o la falta de ellas nos dice mucho sobre quiénes son.
El amor siempre será la clave. “Que tu sí sea sí y tu no sea no”, en el momento oportuno y de la manera adecuada es fundamental para guiar a los hijos por el camino del bien.
La siembra es la etapa de la infancia, en la que el espíritu tiene más propensión a absorber las enseñanzas de Jesús. Muchos padres y madres pasan gran parte del día con sus hijos, pero sus ojos permanecen cerrados; porque sus prioridades son otras. No basta con estar presente, hay que estar presente.
Como nos enseñó San Agustín, en un fragmento de su mensaje “La ingratitud de los hijos y los Lazos de Familia” del Evangelio según el Espiritismo, Capítulo 14, ítem 9, “…haced como el buen jardinero que arranca los brotes defectuosos en la medida que la ve asomar en el árbol. Si permites que se desarrolle el egoísmo y el orgullo, no te sorprendas de que luego te paguen con la ingratitud…”
Se necesitan ojos para ver y oídos para oír. Pero tenga cuidado de no invadir la vida de sus hijos. Estar en la vida de nuestros hijos no es invadir su intimidad sin respeto y diálogo amoroso.
El diálogo constante, respetuoso y amoroso es fundamental y debe cultivarse desde la niñez para que la adolescencia se convierta en un proceso natural en familia.
“Comprended ahora el importante rol de la humanidad. Comprended que cuando producís un cuerpo, el alma que en él encarna viene del espacio para progresar. Tened en cuenta vuestros deberes y aplicad todo vuestro amor para aproximar esa alma a Dios. Esa es la misión que se os ha confiado, y cuya recompensa recibiréis en el caso de que la cumpláis fielmente. Vuestros cuidados y la educación que habréis de darle favorecerán su perfeccionamiento y su bienestar futuro. Tened presente que Dios preguntará a cada padre y a cada madre: “¿Qué habéis hecho del hijo que confié a vuestros cuidados?”
Santo Agostinho. (Paris, 1862.)
El Evangelio según el Espiritismo – Cap. XIV – Item 9
Bibliografía:
- El Evangelio según el Espiritismo. Capítulo XIV – Ítem 09 – Honrad a vuestro padre y vuestra madre.
- El Libro de los Espíritus – Parte Segunda – Capítulo IV – Pregunta 208 – Semejanzas físicas y morales.
- El Libro de los Espíritus – Parte Tercera – Capítulo III – Pregunta 674 – Ley de Trabajo