Bernardete F. Leal

¿Recuerda la época en la que era niño, cuando se caía y se hacía heridas? ¿Recuerda cómo se sentía con la rodilla raspada y dolorida? Si usted fue un niño muy activo, tal vez haya tenido fuertes caídas que le provocaron fracturas. Estos rasguños, contusiones y accidentes que ocurrieron en la infancia, ya cicatrizaron, pero con toda seguridad esto no sucedió de la noche a la mañana.

            El ser humano conoce el dolor físico. A veces, desaparece con algún remedio, algún antiinflamatorio o, en otros casos, tarda un poco más en dejarnos. Algunos dolores no desaparecen fácilmente; son lesiones y fracturas que no se solucionan con una tirita, un esparadrapo, puntos de sutura y vendas. Son las heridas emocionales, que, como cualquier otra lesión, tardan en cicatrizar. La mayoría son causadas por traumas y emociones fuertes que están grabadas en nuestra memoria (consciente o no) e incluso en nuestra alma. 

 

Estos tipos de heridas pueden afectar a la relación con las personas con las que interactuamos, con la sociedad, y, principalmente, reflejarse en nuestro comportamiento. Arrebatos emocionales, rabia, depresión, ansiedad e irritación pueden surgir como resultado de estas heridas que, una vez ignoradas, corren el riesgo de convertirse en un volcán que, cuando menos lo esperamos, entra en erupción. Es ese balón lleno de aire que intentamos hundir en la piscina o esa basura que siempre barremos y ocultamos debajo de la alfombra. Podemos ignorarlos por mucho tiempo, pero un día el balón saldrá a la superficie, y la basura que amontonamos desde hace años comenzará a oler mal.

            Muchas de estas heridas emocionales se originan en el hogar. Pueden ser tan profundas, que, si no son resueltas, crearán marcas en el periespíritu, dejando secuelas que pueden extenderse a la próxima reencarnación. Por eso, es muy importante crear un ambiente familiar que rodee de paz y armonía a los que en él habitan, y principalmente a los niños.

 Los niños reflejan lo que han vivido. Niños que crecieron en un ambiente sin amor, sufrieron abusos, presenciaron violencia o vieron a los padres discutir continuamente, tendrán esos recuerdos grabados en ellos. Dependiendo de la gravedad de lo que haya experimentado el niño, y si no se ha hecho nada para ayudarlo a lidiar con estas cuestiones, podrá desarrollar algunas heridas emocionales. De esta forma, al desencarnar, niño o adulto, llevará consigo marcas que no fueron curadas en vida. El ropaje carnal se pierde, pero las emociones, las experiencias y los acontecimientos no mueren con el cuerpo físico.

Es por eso que la filosofía espírita nos recuerda la responsabilidad de los padres en la educación de sus hijos, como vemos en la pregunta 208 de El Libro de los Espíritus: “Conforme ya dijimos, los Espíritus tienen que contribuir para el progreso mutuo. Pues bien, los Espíritus de los padres tienen por misión desarrollar el de sus hijos por la educación. Esto es una tarea para ellos. Se tornarán culpables si fallan en su desempeño.” Lamentablemente muchos padres fracasan, pues, “se ocupan más de enderezar los árboles de su jardín y lograr que den muchos y buenos frutos, que en formar el carácter de su hijo.” (L.E. Pregunta 582).

En un grupo familiar, estamos vinculados afectivamente y en un intercambio continuo de energía (positiva o negativa). Nuestras acciones y palabras afectan al campo energético del ambiente en que vivimos, de ahí la importancia de orar con frecuencia, hacer el Evangelio en el Hogar y tratarnos bien los unos con los otros. Todos se encuentran allí para ayudarse y hacer reajustes de vidas pasadas. Además de eso, todo niño, al igual que un adulto, necesita de cariño y afecto, y esto debe comenzar en el hogar. ¿A quién no le gusta ser querido, respetado y amado?

Por lo tanto, padres, cada día al levantarse, sean conscientes de sus acciones, palabras y responsabilidades hacia su hijo. El espíritu es eterno, el impacto en la trayectoria de un niño, que será un adulto en el futuro, podrá tener repercusiones en la vida presente y más allá de la tumba. “Sea gentil con los niños. Ellos necesitan de oportunidades y de amor para lograr el triunfo. Esos ciudadanos en formación ignoran las luchas que les aguardan” (Vida Feliz XXVIII). Padres, sean el mejor modelo a seguir que puedan ser, pues como dice Saint-Exupéry, “ Te conviertes en el eterno responsable de lo que tienes cautivo”.

 

Bibliografia:

 

  • Kardec, Allan. El Libro de los Espíritus.
  • Pereira Franco, Divaldo (autor) y Angelis, Joanna de (espíritu). Vida Feliz, Cap. XXVII.
  • Saint-Exupéry, Antoine. El Pequeño Príncipe.



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