Adriana Diniz Campos

Brasil

 

Durante mucho tiempo los trabajadores espíritas eran personas de mediana edad, entre los 40, 50 y 60 años. En la actualidad, en los Centros Espíritas encontramos personas pertenecientes a todos los grupos de edad: niños, jóvenes, adultos y ancianos y, el Centro Espírita, cumple cada vez más su papel de divulgar la filosofía espírita y acoger a la familia. Sin embargo, el público de edad avanzada, debido a la mayor esperanza de vida y a los avances de la ciencia y la medicina, está teniendo la oportunidad de una encarnación más larga.

Ante las circunstancias actuales, nos preguntamos si los Centros Espíritas y las Familias están preparados para acoger debidamente esta nueva demanda con sus necesidades.

Antes de responder a esta pregunta tenemos que considerar que conforme vamos siendo mayores, vamos perdiendo naturalmente el fluido vital. El cuerpo se va debilitando. Con el paso del tiempo, las escaleras, el pequeño escalón, el pasillo e incluso la silla de la sala de conferencias presentan incomodidades y todo se convierte en un obstáculo, pero el espíritu es el mismo, necesita cuidado y atención. Debemos comprender que la vejez representa sólo una etapa transitoria del progreso del Espíritu.

Emmanuel nos dice que “No hay jóvenes ni viejos, sino almas jóvenes de pensamiento o profundamente enriquecidas en el campo de las experiencias humanas”. (Emmanuel, psicografía de Francisco Candido Xavier, libro Palavras de Emmanuel)

Si ya no tiene condiciones para estar de pie en la sala de pases que se quede sentado dando apoyo, si su cuerpo ya no le permite incorporar que tenga la oportunidad de comenzar el trabajo de adoctrinamiento, y así sucesivamente. El secreto es no acomodarse nunca.

Infelizmente, la falta de cariño y de atención, el sentimiento de invisibilidad y de abandono, según el informe de la OMS, divulgado por el Centro Latino Americano de Estudio sobre Violencia y Salud, está llevando a muchos ancianos a practicar el suicidio directo (alta tasa de suicidios a partir de los setenta años), o a negarse a vivir, esperando melancólicamente la muerte.

¿Cómo estamos acogiendo a nuestros mayores en los hogares y en las Instituciones Espíritas? ¿Cómo es su inclusión en las actividades de las instituciones espiritistas? ¿Estamos dándoles la oportunidad de que realicen tareas compatibles con su edad? 

Vale recordar el pasaje del Evangelio en que Simón, el Zelote, manifiesta su preocupación sobre la vejez a Jesús, y el Maestro Nazareno le enseña que “en verdad, Simón, ser joven o viejo en el mundo no importa”. En primer lugar, debes pertenecer a Dios…”. (Humberto Campos – espíritu – en Buena Nueva, cap. 9, pag. 67).

Asistimos visiblemente a la exclusión de los ancianos por parte de la sociedad a diario, ya que el sujeto “viejo” se asocia a un ser enfermo, débil, incapaz, inútil, que no tiene sentimientos, placeres y deseos, por lo que se produce la exclusión. Lo mismo ocurre a menudo dentro de las propias familias.

 

Muchas veces la vejez se transforma en expiación cuando ellos se sienten desplazados de su hábitat natural, miran a su alrededor y parece que viven en otro mundo, ya no tienen amigos, pues muchos ya han regresado a la patria espiritual.

Para muchos la vejez viene a ser sinónimo de dependencia, principalmente de los familiares, terminando sin voluntad propia, sin deseos ni planes, sin que nadie se dé cuenta de que el anciano es un ser humano y que tiene voluntad, sentimientos y libre albedrío para elegir lo que quiere, pues seguirá siendo el protagonista de su historia hasta el final de su vida.

 

Es nuestro deber como familia amparar al anciano garantizando el derecho a la vida con dignidad, dignidad esta que puede ser proporcionada apenas ofreciendo momentos de escucha para nuestros mayores, respetando sus deseos, incluyéndolos en las charlas de las comidas de domingo o en las fiestas familiares. No convivimos con los ancianos por casualidad, todos tenemos, a cada instante, oportunidad de enseñar y aprender.

Que podamos reflexionar sobre este tema y siempre estar atentos para proporcionar a nuestros hermanos de jornada mejor calidad de vida al final de la vida material.

¡Qué así sea, gracias a Dios!

 

Bibliografía.

 

  1. Livro Palavras de Emmanuel. Emmanuel/Francisco Candido Xavier

  2. Pesquisa OMS. Centro Latino Americano de Estudo sobre Violência e Saúde

  3. Livro Boa Nova, Cap.9, pg 67. Humberto Campos/ Francisco Candido Xavier

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